Buenos días, familia.

Feliz Solemnidad de la Epifanía del Señor.

En este día de muchos regalos tendríamos que profundizar en la dimensión espiritual de esta fiesta: el gran regalo que se nos hace hoy y a lo largo de todo el año. A veces nos puede faltar esa visión de fe y corremos el peligro de quedarnos en lo puramente material de esta solemnidad.

 Visión de fe. ¿Cómo alimento mi fe?

He de alimentarla con la oración y los sacramentos, en especial, la Eucaristía y el sacramento de la Penitencia.

¿Soy consciente de que mi fe también se alimenta y crece en los momentos de cruz?

Aquella estrella que se alzó en Oriente y guió a los magos hasta el lugar donde se encontraba Jesús, es una estrella que se alza para todo el mundo, pero no todo el mundo la ve o la quiere ver

La gente importante de Jerusalén, los que, en teoría, eran los mejores conocedores de las profecías y de las esperanzas que Dios había ofrecido al pueblo de Israel, éstos no vieron la estrella. Y no sólo no la vieron, sino que, como dice el evangelio, «se sobresaltaron» al enterarse. Y es que no les interesaba.

A Herodes no le interesaba porque en su corazón no había espacio para nada más que para el afán de poder. Y a los demás no les interesaba porque ya estaban aposentados en su religión organizada que ellos tan bien dominaban y que les aseguraba la tranquilidad.

Aquel Mesías que los profetas habían anunciado podía ser un peligro. Podía exigirles que realmente convirtieran su corazón, y fuesen fieles de verdad al único mandamiento definitivo: el de amar, el de compartir las cosas, el de hacer todo lo posible para que todo el mundo pudiera vivir con paz y felicidad. Eso no les interesaba. 

A cuánta gente, aún hoy esto no les interesa tampoco. Pues tal vez no estén interesados en salir de su comodidad, de su vida organizada, de su tranquilidad. Rechazan el aprendizaje de la cruz.

Pero en cambio, sí que hay gente que les interesa. Aquellos personajes venidos de Oriente están dispuestos a lo que sea para encontrar aquella luz. Y cuando llegan a Belén, ante aquel niño que no parece que tenga ninguna importancia, un niño pequeño en brazos de su madre como tantos otros, se arrodillan y le dan todo lo que tienen, todo lo que sonComo tantos hombres y mujeres que después conocieron a Jesús por los caminos de Palestina y lo siguieron.

Y como tantos hombres y mujeres que después, a lo largo de los siglos, han reconocido en Él, en aquel Jesús que murió en la cruz, la fuerza de la vida más plena, el único camino que vale la pena seguir. Y, como los magos, le han dado todo, han decidido vivir siguiendo tanto como puedan este camino suyo

Como nosotros, también. Como nosotros que, a pesar de nuestras debilidades e infidelidades, a pesar de las veces que nuestra vida se vuelve egoísta y cerrada, también hemos querido seguir la estrella, y hemos sentido como los magos la inmensa alegría de encontrarnos con Él y de caminar junto a Él

Son dos maneras de ponerse ante la estrella que lleva hacia Jesús.

También existe una tercera manera que seguramente nosotros conocemos en amigos o incluso en alguien de nuestra familia. 

Y es la manera de aquellos que no creen en Jesús pero que actúan honestamente, y a veces, incluso, con mucha entrega a los demás. Diríamos que son gente que siguen la estrella, pero no acaban de llegar a Belén, allí donde está Jesús. No hacen como aquellos hombres de Jerusalén que les molesta el mensaje de amor del Mesías. No. No es por mala voluntad que no encuentran a Jesús. Puede ser por muchas causas, que siempre nos costará saber o entender.

Hoy puede ser un buen día para recordar a estos hombres y mujeres de buena voluntad que no creen en Jesús. Y rezar por ellos.

Y agradecer el amor que Dios pone en ellos.

Y desear que lleguen a conocer y a querer a Jesús.

Y sentirnos más llamados a vivir más fielmente el Evangelio como testimonio de nuestra fe. 

¿Te animas a seguir viendo un poco más la estrella, día tras día, para encontrarte con Jesús?

Merece la pena.

Yo estoy en ello.

La Adoración de los Magos. Autor: Pedro Pablo Rubens. Año 1629. Museo Nacional del Prado. Madrid.

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