¡VELAD SIEMPRE!

Buenos días, familia.

Feliz Día del Señor.

Comenzamos en este domingo, el tiempo de Adviento: tiempo de espera y esperanza.

Como siempre, la Palabra de Dios nos ilumina y fortalece, e incluso nos transmite esa esperanza de la que estamos necesitados constantemente.

“Tú eres nuestro Padre”. En el texto de Isaías se describe el peso de la culpa, pero también se da cabida a la reconciliación. En el destierro babilónico, el pueblo judío fue largamente purificado. En el destierro este pueblo aprendió a creer y a esperar. En el destierro encontraron de otro modo a Dios. En el sufrimiento más intenso, en la humillación más injusta, pueden nacer los sentimientos más puros y elevados.

El padre bueno sabe bien cómo tratar al hijo, aunque haya sido rebelde. Suena muy bien la expresión repetida: “Tú eres nuestro Padre”. También la de: “Nosotros somos la arcilla, tú el alfarero”.

¿Por qué no repetirlo en mi oración de cada día, de un modo especial, en este Adviento?

¡Cuánta confianza, seguridad, paz, derrochan estas palabras pronunciadas como jaculatoria!

¡Cuán necesitados estamos de ellas!

De este modo, reconocemos nuestra pequeñez, nuestra limitación, y también nuestra necesidad de acudir al perdón de Dios, en el sacramento de la Penitencia.

En el Evangelio, Marcos nos llama a la vigilancia. Es el Señor quien nos la recomienda insistentemente: «Al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, al amanecer», las cuatro vigilias en que se dividía la noche.

Velad como el vigilante de una obra en construcción,

como el profeta a la escucha de cualquier signo,

como la esposa que espera la llegada del amado,

como el guardaespaldas para defender a la persona encomendada.

Necesitamos velar para reconocerlo y acogerlo. Es lo propio del Adviento. El Señor está cerca. El Señor viene. Es el tiempo de la preparación de nuestro interior.

 “Mirad, vigilad, Velad”. Son tres palabras y una misma actitud. Mirar es ver con detenimiento y profundidad.

Mirar es fijar los ojos con interés y con alguna esperanza.

Mirar es dejarse sorprender.

¿Sé mirar a las personas con los ojos de la fe, reconociendo que es hijo de Dios, al igual que yo?

¿Transmito escucha y esperanza en mis relaciones con quienes Dios pone en mi camino?

Miremos de verdad a las personas, a las cosas, a los acontecimientos, a la vida. La vigilancia es fruto de la fe, de la esperanza y del amor.

Vigilamos cuando esperamos, vigilamos cuando creemos, vigilamos cuando confiamos, vigilamos cuando amamos. No dejemos de velar.

Velad, porque la vigilancia es hija de la esperanza.

Velad, porque vivimos en un adviento continuado.

El Adviento nos urge a no quedarnos demasiado satisfechos con lo ya conseguido, sino a mirar adelante con valentía, a seguir caminando, porque hay mucho que conquistar todavía.

¿Te animas?

Yo estoy en ello.

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