Engalanarse para la Eucaristía

Vengo desde hace un tiempo preparando la Eucaristía un día a la semana y, durante las vacaciones de la religiosa que colabora en la parroquia, ha sido diariamente. La preparo externamente: los vasos sagrados, lecturas, intenciones…y eso me hace pensar si nos preparamos internamente para recibir al más grande, al Señor.
Yo, cuando preparo la misa, estoy engalanando la celebración; pero necesito también engalanarme yo para Aquel que me está esperando.

Suelo ir a misa por la mañana, y siento que me llena para todo el día. Al levantarme, me arreglo para ir corriendo a ver al Señor y a su Madre. A veces me dice mi marido que para qué me arreglo tanto y me respuesta es siempre «me arreglo para el Señor«. Sé que Él me ve, y que ese gesto para con Él, le gusta. Tantos gestos tiene Él para conmigo y qué poco cuesta tenerlos para con Él.

Me gusta llegar al templo con antelación pues así me preparo también dialogando con Él, repasando lecturas o rezando. La puntualidad es importante.
También considero importante, si fuera necesario, acudir al Sacramento del Perdón, si es posible antes de comenzar la Eucaristía, para así estar en gracia de Dios. Este Sacramento nos tiene que dar fuerza, paz y sentir el perdón, la misericordia que el Señor tiene para con nosotros.

Podemos comparar la Eucaristía a una gran fiesta. Cuando vamos a una fiesta nos arreglamos el pelo, el vestido, adornos, perfume…queremos corresponder al que nos ha invitado.
La misma mesa del altar se reviste con un mantel, como en los banquetes. En los banquetes hay comida, y en la Eucaristía comemos al mismo Cristo, que se nos da en forma de pan.

Llamo a la puerta y Él me ofrece ese manjar que es Él mismo.

» He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo«. Ap.3,20

Cuando le recibo en la Eucaristía tengo que caer en la cuenta que tengo que parecerme a Él, me gustaría buscar los mismos sentimientos que Cristo Jesús.

La Eucaristía hay que vivirla y disfrutarla. Sentir cada parte de la misa. Nos tiene que llenar de gozo, de alegría. Salir renovados. Decir, ¡ha merecido la pena!
Nuestra amistad con el Señor irá creciendo, y cada vez necesitaremos más y más esa cercanía, esa frecuencia de la Eucaristía, esa presencia del Señor en nuestra vida. Y esto, nos llevará a ese amor tan grande hacia Él.

Al final de la Eucaristía debemos dar gracias a Dios por la misma, eso quiere decir Eucaristía, acción de gracias. Y lo debemos hacer en un dialogo con el Señor.

Os animo a ir a misa diaria y crecereis en el amor a Dios.

«Sobre el altar están todas las gracias necesarias para volvernos locos de amor a Dios, pero nos llegarán según participemos en la Santa Misa«. ( Retorno a Dios de Javier Fernández-Pacheco).

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