Luchar contra el mal, con el espíritu de Jesús

Buenos días, familia.

Feliz Día del Señor.

Una vez finalizada la Pascua y otras solemnidades posteriores, volvemos a leer de modo casi seguido, domingo tras domingo, el evangelio de san Marcos, el más breve, probablemente el más antiguo. Evangelio que nos presenta los hechos y las palabras de Jesús de un modo radical, en ocasiones de un modo abrupto y duro.

“Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”. Y la razón era la multitud que le iba siguiendo. ¡Cómo se sentirían atraídos por el Maestro! ¡Qué fuerza, qué impacto causarían sus palabras y ejemplo de vida! ¡Había coherencia de vida!

Y siguiendo las razones de su familia, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Jesús expulsaba a los demonios, al mal, con el poder del espíritu que le había dado su Padre, Dios, es decir, con el poder del Espíritu Santo.

Jesús luchaba contra el mal, contra los malos espíritus, por amor a las personas, porque no podía ver sufrir a las personas sin hacer nada para liberarlas del sufrimiento y del dolor. Y esto es lo que tenemos que hacer los cristianos: ayudar a los enfermos, a los pecadores, a los marginados, a los que pasan hambre, defender la vida siempre y defender a los que la pierden injustamente; en definitiva, defender y ayudar a cualquier persona que sufre por culpa de la injusticia humana.

Y yo, ¿intento ayudar a estos hermanos en la medida de mis posibilidades?

¿me quedo indiferente?

¿escucho a quien se encuentra en una situación difícil?

¿rezo por los enfermos?

En mi oración, ¿le pido a Dios que me conceda entrañas de misericordia ante toda miseria humana?

A continuación, y en respuesta a que la multitud allí reunida, le recuerda que le está esperando su familia, el Señor aclara quiénes son su familia: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

En la segunda lectura, San Pablo, nos ha dirigido unas palabras que han de ser, para nosotros, motivo de reflexión y crecimiento espiritual: “Aunque nuestro hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva cada día… No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno”.

Cuando vivimos la fe, cuando me fijo en lo que no se ve, y en momentos difíciles de la vida, puedo decir al Señor las palabras de la antífona del salmo 129, que hemos hecho nuestra:

“Desde lo hondo a ti grito, Señor”.

En otras palabras: “donde yo no llego, mi oración sí llega”.

¿Te animas?

Yo estoy en ello.

2 respuestas a “Luchar contra el mal, con el espíritu de Jesús”

  1. Avatar de TestimoniosdeAmor3
    TestimoniosdeAmor3

    Preciosa homilía, Señor que sepa ver en todos mis hermanos Tu rostro y derramar tanta misericordia como Tú siempre tienes conmigo.

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  2. Avatar de Carmen
    Carmen

    » Donde yo no llego, mi oración sí llega «

    ! Qué bonito es comprobarlo!

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