Señor, Tú eres mi alegría

Tengo la gran suerte de vivir con una de mis hermanas, bueno, relativamente, porque por motivos laborales está temporalmente residiendo en otra ciudad, y cuando viene con unos días de descanso o vacaciones, su alegría es palpable, está en su casa, con su familia y con sus amigos.

Para los demás, también es una “fiesta” porque como le decimos siempre de broma, “ya está de vuelta la hija pródiga”. No es que hagamos nada significativo durante esos días, no organizamos una agenda repleta de acontecimientos o eventos especiales, no abandonamos nuestra rutina, al trabajo hay que ir, sí o sí, gracias a Dios, pero, la diferencia es abismal, ¡vaya si se nota!, llenamos el hogar y el corazón de momentos dichosos, de esa felicidad que se desprende por la cercanía y la unión con los que amamos.

Y así es como se siente estando con el Señor, ¿No os habéis sentido afortunados al orar, al leer reposadamente la Biblia, entonando ese Salmo que siempre nos “toca”, al coger un rosario entre las manos, al entrar en la iglesia, encender una vela como plegaria, al arrodillarnos frente al Santísimo?, ¡Seguro que sí!

Una chica joven sonriente y feliz está encendiendo una vela.

Cuando dejamos que el Señor entre en nuestra vida, que forme parte de nuestra cotidianidad, compartiéndole lo que somos, lo que hacemos, lo que nos importa, lo que nos ilusiona, lo que amamos; a pesar del dolor, de los miedos, de la incertidumbre, del pellizco que se coge algunos días en el estómago, o del nudo que se hace en la garganta y de esa mochila pesada que nos cuesta tanto cargar; afrontamos el día a día, con esa paz, esa esperanza, esa fuerza, en definitiva, esa DICHA QUE SÓLO ÉL SABE DAR.

“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”
(Fil 4, 6-7)

Es una pena creer que cuantas más cosas te rodean, cuanto más caras son, cuanto más avanzadas tecnológicamente… más afortunado se es, y por tanto, más feliz; pero, ese consumismo desenfrenado, solo llena la casa y el alma de trastos, de ruido, de aturdimiento, de espejismos de placer, de vacío, de soledad, de distanciamiento…sin dejar sitio a la verdadera felicidad.

“Tú me haces conocer el camino de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia, de placeres eternos a tu diestra”
(Salmo 16,11)

Despierta cada mañana de la mano del Señor, más aún, si estás en un momento difícil; preséntale tus inquietudes; pasead juntos de camino al trabajo; agradécele todo lo bueno que tienes, todas las personas que pone en tu camino; reconoce su intervención en las cosas bonitas que te pasan; busca tiempo para escucharlo y mantente en su compañía durante todo el día, y por la noche, al ir a dormir, aunque sea entre bostezos, bendice el día que has vivido en su presencia, bajo su protección, y pídele ayuda para dar una mejor versión de ti misma mañana. LLENA TU VIDA DE AMOR Y TESTIMÓNIALO.

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