El milagro de lo cotidiano

Pertenecemos a una cultura que ama la fiesta. Me atrevería a decir sin temor que también nuestra fe es primordialmente festiva. No podría serlo de otro modo. Si Dios es amor, también es abundancia y risas y baile y banquetes.

En mi familia somos mucho de celebrar y vivimos los tiempos litúrgicos “fuertes” siempre de una forma especial. Pero llegaba el tiempo ordinario y parecía que nos acomodábamos y nos aburríamos. Claro, no había nada que celebrar, o eso era lo que creíamos. Sin embargo, este año está siendo diferente. Tras quitar todos los adornos navideños y volver a la rutina, ideamos un plan. Si en Adviento hacemos un calendario y en Cuaresma un camino, ambos lleno de buenos propósitos que cumplir, ¿por qué no inventarnos una actividad en la que inundemos una pared de milagros? Sí, de milagros. Mi marido y yo le explicamos a nuestras hijas, de 10 y 8 años, que el tiempo ordinario es ideal para descubrir cuánto nos quiere Dios día a día en los pequeños momentos cotidianos, esos destellos de luz que nos alegran el corazón y nos hacen festejar la vida. Y en ello estamos. Cada noche, tras la oración en familia, cada uno con su pósit en mano lee su milagro particular acontecido en ese día. Al principio pensé que iba a ser difícil no solo para las niñas, sino para mí misma, encontrarle a cada jornada algo bueno. ¡Qué equivocada estaba! Hay días que no solo escribimos uno, sino dos, tres… ¡una lista de milagros en 24 horas! “He hecho las paces con mi amiga”, “me ha gustado hacer los deberes con papá”, “he encontrado aparcamiento a la primera”, “esa persona por la que rezábamos está mejorando”… Y otro, y otro más y otros cientos… Temo sinceramente por la pared de la cocina. No sé si va a poder con tantos adhesivos cargados de nombres, de acciones, de bendiciones, de Luz…

Y cuando pienso en esta idea que tuvimos al principio de este tiempo, sé que José, María y Jesús, la Sagrada Familia, estuvieron detrás de todo este lío. No pudieron ser otros los que nos impulsaran desde el corazón a descubrir la misericordia de Dios, a proclamar las grandezas del Señor.

Me hubiese encantado que los evangelios nos hablaran más de cómo era el milagro de lo cotidiano en la casa de Egipto o de Nazaret. Ojalá pudiésemos haber sido testigos silenciosos de sus conversaciones a la luz de las velas, de sus risas, de sus trabajos en el taller, del olor de la comida de María, de cómo sonó el Shemà Israel por primera vez en los labios de Jesús y de qué manera José lo miraba con dulzura infinita. Sus anhelos, sus desvelos, sus confidencias y sus duelos. No se crece en la fiesta sino en el día a día. No se hace familia con acontecimientos extraordinarios sino en el calor de la mesa camilla.

Hace unos días escuchaba una canción de la nueva adaptación de la película “La Bella y la Bestia”. La verdad es que la había oído muchas veces pero no me había parado a escucharla. En los primeros minutos de la película, Maurice, el padre de Bella canta: ¿Cómo un instante se hace eterno? Sin duda, desde el amor, desde la ternura, desde la acogida y la compasión de cada día. Nuestra vocación a la santidad está en lo ordinario, en hacer que cada minuto, cada acción y cada actitud nos encamine a la vida eterna.

La santidad “grande” está en cumplir los “deberes pequeños” de cada instante. Eso escribía san Josemaría Escrivá en el punto 817 de Camino. Dios quiera que nunca me olvide de esta gran verdad.

2 comentarios en “El milagro de lo cotidiano

  1. TestimoniosdeAmor3 1 febrero, 2021 — 9:33 pm

    Qué bonita la iniciativa, una idea preciosa, y una pared de la cocina que debería ponerse de moda.
    Precioso testimonio.

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  2. Gracias por el testimonio, el tiempo ordinario de la vida de Jesús fue más largo que su vida pública, que sólo fueron 3 años antes de su muerte y resurrección, si no me equivoco, con lo cual , su vida en esos años hasta los 30 era «rutinaria», supongo que trabajando con su padre José y no por eso deja de ser importante. Cuando se tiene el anhelo de cielo cada día es una aventura que no sabes lo que te va a ocurrir , y como dices , ves pequeños detalles que son milagros de lo cotidiano que te los pierdes sino los miras con ojos de eternidad. Una llamada, un saludo , un encuentro , un paseo inesperado , un momento de risas con tu madre, una vecina que te pide ayuda y consejo , etc, inmesos momentos reflejos del Cielo.
    Gracias

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