¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?

Buenos días, familia.

Feliz Día del Señor.

Hoy estamos celebrando la Solemnidad de San Pedro y San Pablo: pilares de la Iglesia.

En el Evangelio, hemos escuchado la pregunta que Jesús dirige a sus apóstoles, a sus amigos más íntimos. Pregunta que llega al corazón, que mueve las entrañas, que espera una respuesta no superficial, sino profunda y con un compromiso. Ojalá que tú y yo, oremos y respondamos al Señor, en este domingo de San Pedro y San Pablo a esta pregunta: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo? «.

¿Quién es Jesús para mí?

¿Qué supone su mensaje y ejemplo de vida?

¿Cuál ha sido mi respuesta?

¿Cómo le respondo en la actualidad?

Un momento importante de la vida de Pedro, es cuando responde a la pregunta de Jesús: ¿Y vosotros quién decís que soy yo?, “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios ..”

Otro momento importante es cuando después de haber alardeado de no negar al maestro… tiene que escuchar el canto del gallo por haberle negado tres veces… Siempre que hemos cometido un pecado, hemos negado a Dios en el fondo de nuestro corazón. Le hemos relegado al último puesto en nuestro existir. Más tarde, reconoceremos nuestra culpa y pediremos perdón al Señor en el Sacramento de la Penitencia.

Pedro es una figura atractiva dentro del grupo de aquellos, en su mayoría pescadores, que dejaron un día las redes y siguieron al maestro.

Era un hombre cordial, emotivo, apasionado, fiel discípulo de aquel Señor que le había mirado un día a los ojos y le había llamado.

Es el hombre espontáneo, que manifiesta sus sentimientos con fuerza en el lavatorio de los pies: ¿Lavarme tú los pies? Jamás. Pero si ello significa que no va a tener nada que ver con Jesús, dirá: «No sólo los pies, también las manos y la cabeza».

Y, como suele suceder en los hombres de fuertes sentimientos, se derrumba cuando le preguntan si es discípulo de Jesús. Y el valiente se vuelve cobarde, el presuntuoso tartamudea ante una simple criada.

Cada uno de nosotros tiene mucho de Pedro.

Los evangelios subrayan dos miradas de Jesús a Pedro: después de la primera, Pedro, dejó todo y siguió a Jesús; después de la segunda, Pedro «salió afuera y lloró amargamente».

Ahí, sin duda, comenzó el cambio del corazón de Pedro. No lo dice el evangelio, pero es claro que siguió confiando en el perdón del maestro.

Es lo que no hizo Judas, que no fue capaz de creer que Jesús le seguía llamando amigo y le seguía queriendo …

Y la nueva actitud de Pedro, menos presuntuosa (después de las negaciones) termina en el pasaje de hoy, Jesús le tiende una trampa cariñosa: «¿Me amas más que estos? Y Pedro ya no se compara con nadie; su respuesta es ahora sencilla, brotando de lo mejor de su corazón: «Tú sabes que te amo… Tú sabes que te quiero». Y finalmente entristecido ante la tercera pregunta: «Señor, tú sabes todo. Tú sabes que te quiero». Tú conoces mi negación, mi cobardía, mis sentimientos… Tú sabes que, desde la verdad de mi ser, a pesar de todo, te quiero.

La historia de Pedro es nuestra propia historia. Ojalá sintamos siempre que, a pesar de todo, el Señor nos sigue mirando con cariño; ojalá lloremos amargamente y, movidos por la mirada de amor y de comprensión de Jesús, seamos capaces de decirle: «Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero».

Cuán necesaria es esa confianza básica de sentirnos acogidos, desde nuestra realidad, desde nuestra debilidad, desde nuestra vida hecha de luces y sombras, por alguien que nos quiere, que nos comprende y que sigue creyendo en nosotros y nos anima a seguir adelante.

Acojamos nosotros al Señor lo más intensamente posible, tal y como lo hicieron San Pedro y San Pablo.

¿Te animas?

Yo estoy en ello.

San Pedro y San Pablo. Autor: Anónimo. Primera mitad del Siglo XVII. Museo Nacional del Prado. Madrid.

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